“Lo único constante es el cambio” frase que acuñó hace más de 2,000 años el filósofo griego Heráclito de Efeso y que con la cual inicio la mayor parte de las conferencias. No aprender a liderar con él tanto nuestros equipos como nuestras vidas podría convertirse en un grave error.
Vivimos en tiempos de notable turbulencia que nos demandan ser cada vez más flexibles, con nuevas generaciones interrelacionándose con las actuales tanto en las empresas como en el mercado, trayendo consigo sus necesidades y expectativas, con lo cual es necesario otorgarles a prácticamente todas las cosas una atención en tiempo real. Qué duda cabe que la COVID-19 derribó con su llegada el establishment que existía en las organizaciones para conceptos como presencialidad, digitalización, segmentación de clientes, conocimiento de los equipos y por qué no decirlo, el conocimiento de nosotros mismos.
Ahora bien, si la pandemia abrió las puertas a nuevas metodologías de trabajo, es impensable asumir que la forma en cómo liderábamos no debía cambiar. Es aquí donde se potencia la relevancia del Liderazgo Transformacional que no es otra que el cuidado y florecimiento de nuestros equipos basado en ambientes de confianza y autoconocimiento de nuestras fortalezas, que a su vez permitan la aparición de la energía creativa, la misma que hace posible las innovaciones que crean nuevos productos, refabrican los procesos y solucionan problemas.
Y en ese sentido, si gozamos de equipos innovadores y ágiles que le otorgan a las empresas la posibilidad de responder en menor tiempo a las necesidades que aparezcan, también contamos con la posibilidad de controlar de manera exitosa el Employee Experience, definido como el vínculo que existe entre las personas y las empresas tanto en lo personal como en lo profesional, mundos que se vinculan y se entrelazan de un modo tal que no es posible separarlos.
Es aquí donde es obligatorio remarcar tanto la importancia del vínculo entre líderes y equipos, así como también la reinvención para acompañar el movimiento natural que atraviesan las personas y los grupos.
En conclusión, cuando un colaborador es escuchado, desarrollado y se siente parte de los proyectos, no solo tiene menores probabilidades de irse, sino que pondrá a disposición de la organización tanto de enormes dosis de agilidad así como diversas ideas que garanticen la sostenibilidad del valor a lo largo del tiempo.