¿Te atreves a ser un contrapunto honesto y vitamínico?

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Algunos ya conocéis mi afición por la lectura de relatos cortos y cuentos. El reto, absolutamente personal en este y próximos posts, será invitar a la reflexión. Relacionando el tema a tratar, con la “sabiduría editorial” que no siempre popular. 

En esta ocasión propongo reflexionar, en un contexto meramente profesional, sobre la honestidad en nuestro dialogo con Clientes, Directores y Colaboradores. Haciéndonos una pregunta retórica sobre si: 

¿Estoy preparado para ser o recibir el contrapunto positivo que añade valor al dialogo, aunque esta no coincida con “la línea editorial” en ese momento? 

La base de esta reflexión, la cuenta hace casi 200 años Hans Christian Andersen en 1837, bajo el título, El Traje nuevo del emperador.  

(Síntesis)  

Había una vez, un emperador que era muy austero en todas sus costumbres, excepto en el vestuario. Por su reino aparecieron dos supuestos tejedores. Estos consiguieron embaucar al rey, bajo la premisa de realizarle un traje con una tela mágica creada ellos. A esta, se le otorgaba la capacidad de ser suave, delicada e invisible para todo aquel que fuera estúpido e incapaz para su cargo. 

Mientras simulaba trabajar en el supuesto traje, los embaucadores se iban quedando con los ricos materiales que solicitaban para su confección. 

El propio rey, comenzó a sentirse nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no. Este, envió primero a dos de sus ministros de confianza a verlo. Pero ninguno de los dos admitió que era incapaz de ver la prenda; al contrario, ambos comenzaron a alabarla.  

Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino. 

El monarca decidió estrenar la pieza en un día de fiesta y desfile. Llegado el día, los estafadores hicieron como que lo ayudaban a ponerse la inexistente prenda y el rey salió a desfilar, sin admitir que no podía verla. Pensó que lo considerarían estúpido o inepto para reinar. 

Durante el desfile, el pueblo, alababa el magnífico traje, que no podían ver. Haciendo que el desnudo emperador se sintiese cada vez mejor y más satisfecho. Hasta que de pronto … un niño exclamo la verdad «¡Pero si va desnudo!» 

La gente entonces empezó a cuchichear. Hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. Este lo oyó y supo que tenían razón, pero, levantó su regia cabeza y terminó de desfilar. 

Tras esta historia, comento 3 líneas de relación profesional: 

  1. Como lideres de nuestros equipos: me entristece pensar que no trabajemos diariamente en la construcción de un espacio robusto para la comunicación. Donde nuestros colaboradores, puedan expresar su opinión argumentada. Aunque sepan a priori, que no coincide con la nuestra.  Hoy compartimos espacio profesional con varias generaciones. Estas nos ayudan a entender puntos y situaciones, que son absolutamente distintas a lo hemos vivido. Ejemplo: nuestros jóvenes ya no llaman tanto por teléfono a sus amigos; les envían audios, donde no exigen respuesta inmediata. Para ellos, ser agentes en llamadas comerciales, no es tan natural como lo es para mi generación, y les puede parecer incluso una invasión del espacio.  
  1. Como colaboradores de nuestros Directores o Comité de Dirección.  En mi humilde experiencia, he comprobado en cabeza propia, que a medida que el tamaño de la empresa crece, disminuye el terreno donde la franqueza de opinión vive. Quizás sea, porque es más complicado, mover un trasatlántico que una piragua. Y ser conocedor de esto, hace que nos pensemos dos veces, exponernos para ser el contrapunto positivo y argumentado en estos espacios.   
  1. Como prescriptores de nuestros Clientes. Es sabido, que el generar confianza en un entorno comercial, es un activo. Pero, cuan delicado es modular la opinión sobrevenida de nuestros clientes. La intención para abrir un nuevo servicio, la necesidad de cambiar tecnología relativamente joven, por otra actual y más puntera; aunque todavía sea eficiente la que disponen. Y esto, rodeado de un componente económico, bonus, objetivos, necesidad de ampliar la cartera. ¡Uf!… todo un reto, “quién le pone el cascabel al gato” incluso en algunos casos al león. 

Con mis 35 años de experiencia, que no de edad, me compensa actuar desde el dialogo de la honestidad. Y experimentar el valor añadido que tiene ser un contrapunto positivo, argumentado y vitamínico.   

Todos hemos sido en más de una ocasión: un emperador desnudo, un tejedor, un ministro y un niño.  El avance no es dejar de serlo (a veces es inevitable), sino ser consciente de lo que eliges ser. 

Nota: hago una pequeña reseña sobre la honestidad. La versión de Andersen está inspirada (hoy lo llamaríamos plagio) en una historia creada 400 años antes de qué el naciera y que llego a sus manos por una traducción en alemán. Fue recopilada por nuestro infanteDon Juan Manuel en El Conde Lucanor “Cuento XXXII: Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño.